Entramos constantemente a varias redes sociales, a menudo varias veces al día y, incluso, podemos entender que estamos conectados de forma permanente. Escribimos comentarios, opinamos, volvemos respuesta, compartimos fotografías y otros contenidos … somos sinceros o mentimos vilmente (allí la conciencia de cada uno de nosotros) y sabemos que el resto de personas hacen lo mismo que nosotros. Lo podemos encontrar divertido o aburrido, creer que nos aporta conocimiento y valor añadido o entenderlo como un simple pasatiempo absurdo, pero a menudo no vamos más allá para plantearnos qué lugar ocupamos nosotros en el complejo entramado de las redes sociales.
En esta línea nos hace reflexionar el reportaje «La mente social» emitido recientemente en el «Informe Semanal» de TVE. Se muestra el trabajo del BIFI (Instituto Universitario de Investigación de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos) de la Universidad de Zaragoza, un centro pionero en el análisis de las redes sociales que, entre otros, ha estudiado la propagación de mensajes vía Twitter en contextos especiales como el 15M, las elecciones generales o la reforma laboral.
Desde este centro, su director Alfonso Tarancón defiende firmemente el concepto de mente global, entendiendo que las personas se comportan como las neuronas de un gran cerebro que es Internet. Y si es así, se plantea, es posible que acabe emergiendo una inteligencia nueva y colectiva?
Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con la idea de democratización de las redes, de acceso sin barreras y en igualdad de condiciones. Cualquiera puede acceder a un ordenador o smartphone y publicar, cierto, pero no todos estos «cualquier» consiguen transmitir igual sus ideas a la opinión pública. Yamir Moreno, físico y experto en redes sociales, afirma en el reportaje que la posición de cada uno dentro de la red «es muy importante a la hora de ver su capacidad de generar cascadas de información». Así pues, alerta con esta falsa democracia en la que no todos los nodos son iguales.
Y alerta también con las relaciones personales. La información se puede manipular y, según apunta el reportaje, la red se puede llegar a controlar usando programas robot y algoritmos automáticos, que permiten predecir el comportamiento de las personas como ciudadano y como consumidor. La duda se encuentra en hasta qué punto estos procesos automáticos son capaces de hacer un correcto análisis semántico y de sentimientos.