Hace apenas 10 años (y somos generosas con esta fecha, que podría ser mucho más cercana) cuando nos queríamos comprar un libro nuevo, pedíamos a los compañeros de trabajo cuál era el último título que les había cautivado. En aquella época, tan lejana y tan cercana, las tendencias musicales nos llegaban a través de los amigos y de la radio, íbamos al restaurante que nos había recomendado la vecina del quinto en el ascensor y quedábamos con una conocida del novio de la prima para que nos explicara qué teníamos que visitar si íbamos a Turquía, porque ella había sido cinco años antes.

Y ahora? Seguimos acudiendo a los compañeros de trabajo, amigos, vecinas y conocidos de segundo y tercer grado para obtener consejos y recomendaciones que afecten nuestra decisión final de compra. Pero lo que digan ellos ya no va a misa, y nosotros no nos parece suficiente, porque tenemos un recurso más amplio y, a priori, más fiable. Internet se ha convertido en un completo motor de búsqueda que, cada vez más, se dota de redes sociales especializadas en el que ya podemos llamar «recomendaciones sociales».

Los primeros intentos de servicios que intentaban mejorar las elecciones de los usuarios gracias a las recomendaciones de la comunidad fracasaron por la falta de arraigo de las redes sociales. Más tarde, las puntuaciones y comentarios de usuarios en buscadores y centrales de reservas de restaurantes, hoteles y otros servicios, o en las tiendas virtuales, se convirtieron en algo habitual.

Ahora hemos dado un paso más: con las redes sociales más que consolidadas, sus usuarios ya no buscan una simple herramienta de contacto y comunicación, ni siquiera de compartición de contenidos. En la búsqueda constante de nuevas utilidades, la recomendación gana más y más adeptos, y eso se nota en el auge de redes que se basan en los perfiles de usuarios, y en las afinidades de estos, para ofrecerles información personalizada sobre los temas más variados.

Bananity, por ejemplo, un perfil bien definido sobre los gustos y las fobias del usuario, le permite a este acceder a un flujo constante de nuevos libros, discos, marcas de ropa o dispositivos tecnológicos. Entrelectores Librofilia son redes de inteligencia social dedicadas a compartir información sobre libros, Last.FM, reinventada e integrada a Spotify, aconseja discos de estilos y artistas que nos son afines, y Wineissocial, aunque con una clara vocación comercial, centra sus recomendaciones en el específico mundo de los vinos.

La elección de compra sigue siendo nuestra. Y la conocida del novio de la prima que fue a Turquía hace 5 años nos podrá explicar igualmente que el bazar de Estambul lo tomó el mejor té de manzana turco de su vida. Pero el boca oreja ahora está en la red. Y los recursos que nos proporcionará la información detallada, abundante y adaptada a nuestras necesidades que nos darán las redes sociales superan con creces el precio que vale la tarifa plana de nuestro smartphone.