Estas son las tres palabras que abren las puertas de la exposición que recoge la trayectoria de El Bulli en el Palau Robert de Barcelona. La exposición es preciosa, y más allá de la admiración que causa el proyecto Bulli-Adrià, hace reflexionar en torno a cómo estructurar el pensamiento innovador.
Sin riesgo es difícil innovar. Como dice el dicho: quien no arriesga no gana. Pero para poder arriesgar, sin duda se necesita libertad. Y de nada servirían el riesgo y la libertad si no aportamos creatividad.
Tener el placer de compartir una tarde con dos mentes brillantes, libres, arriesgadas y creativas como las de Ferran Adrià y Nandu Jubany fue una experiencia fantástica, más allá de lo que suponen dos personajes mediáticos. Oír hablar los dos innovadores, tras una gran amistad y respeto, habría dado por una jornada entera de innovación. Me di cuenta de que en el trasfondo de sus reflexiones, el denominador común de ambos era la actitud. No basta con tener o mejorar nuestras aptitudes si no lo orientamos con una actitud.
Mientras Ferran me contaba su vorágine viajes y agenda siempre desbordada explicando por el mundo El Bulli Foundation, le pregunté: y cuando tienes tiempo de pensar en la cocina? Quedó en silencio, me miró y me dijo: «Siempre pienso en cocina, en cada momento, a cada segundo. No hace falta que cocine para que piense en la cocina «.
Es esta, la actitud que mueve la innovación, la que no necesita ejecutar durante 8 horas laborales una tarea determinada para conseguir avanzar, la que no puede dejar de apasionarse por un proyecto sea la hora que sea, la que no tiene miedo de arriesgar, la que deja volar, más allá de las aptitudes, las actitudes.